30 años de «Espíritu Combativo»: Malón y su legado de resistencia

El Teatro Flores fue el inició de una gira que llevará a la banda a recorrer Argentina... y más!

Por Carlos Noro

La noche del sábado 12 de julio de 2025 en El Teatro Flores no arrancó con un golpe inmediato, sino con un detalle pensado: el sonido de una tropilla de caballos resonando por los parlantes, sumando tensión segundo a segundo. Apenas esa introducción alcanzó su punto máximo, el público se encendió al escuchar la guitarra de Antonio “El Tano” Romano ejecutando un breve pasaje instrumental, una especie de apertura simbólica antes del verdadero comienzo: “Espíritu combativo”, el tema que da nombre al disco homenajeado en su trigésimo aniversario.

Desde el arranque la conexión entre banda y público fue total. Cada canción, sobre todo las pertenecientes al disco homenajeado, fue recibida con gritos, saltos y coros. El sonido acompañó: contundente, claro, aunque con un detalle recurrente a lo largo del show: el doble bombo de Javier Rubio sonó muy alto, dominando el espectro por momentos. También se notó cierta precaución de Claudio O’Connor, que, consciente de cuidar su voz a lo largo de un set tan largo, dejó cantar a la gente en varios pasajes.

El ambiente dentro de El Teatro Flores reflejaba también algo más profundo: el público fue diverso, no solo en edades sino en historias. Entre quienes llenaban el lugar —con entradas agotadas— había tanto veteranos que estuvieron presentes en aquellos primeros shows de 1995, cuando Espíritu Combativo recién empezaba a circular en la escena local, como un sorprendente porcentaje de asistentes que nació mucho después, atraídos por el descubrimiento propio o por el amor metalero transmitido de generación en generación. En ambos casos, la emoción y la conexión con la música fueron idénticas: rostros jóvenes y más curtidos coreaban con convicción, como si el tiempo no hubiera pasado, como si esas canciones fuesen parte de su historia personal y colectiva. Más allá de cualquier efecto visual o puesta en escena, esa comunión sincera le dio a la noche su verdadero peso y significado. La fidelidad del público quedó clara en momentos como el canto unánime de “Baila la hinchada baila…” y el emblemático “Ie ie… ie ie ia” que solía abrir los conciertos de Hermética, gestos que revelan una identidad compartida, profunda y genuina. Malón no solo revive canciones, sino que refleja y honra un legado metalero nacional que sigue vivo en cada garganta que se alza, en cada puño en alto, en cada gesto de resistencia y pasión.


En este sentido, más allá del peso emocional del reencuentro entre banda y público, lo que terminó de darle sentido a la celebración fue comprobar que Espíritu combativo no es solo un disco “de época”. Sus letras, escuchadas tres décadas después, siguen golpeando con la misma crudeza. «Espíritu combativo» condensó todo en su estribillo: “Recuérdalo si eres esclavo / nunca te olvides de combatir / recuérdalo ser para siempre / el reflejo de tu sentir”, coreado por todos como una consigna que, a treinta años de su aparición, no perdió ni un gramo de fuerza. La prueba más clara de que, más allá del sonido o la puesta, lo que mantiene vivo a un disco son las ideas que lo sostienen. Durante «Castigador por herencia«, cuando se escuchaba “No hubo para él ninguna chance / Ni la escuela que fundó el gobernador / Ni a una clase fue el cholito / Su lugar en jerarquía fue el peor”, el eco de la multitud reforzaba la idea de que las desigualdades denunciadas entonces siguen presentes. Algo similar ocurrió con «Síntoma de la infección»: la línea “Alguna vez vendrá el fin sin el principio de reaccionar ante la puta succión” podría haber sido escrita hoy, sin perder vigencia. «Gatillo fácil» —con su ya clásico “Cuidáte si andás por la calle / la yuta te puede cazar / cuidate si andás por la calle / tu sangre van a derramar”— encontró uno de los momentos más viscerales del recital, mientras el público levantaba los puños y saltaba.

Como frontman, O’Connor mantuvo su estilo habitual: más allá de un “Gracias Buenos Aires” de rigor, casi no habló entre tema y tema. Es una postura que deja que las canciones hablen por sí solas, algo que el público argentino, acostumbrado a la interacción más explícita cuando el artista comparte su idioma, a veces percibe con cierta frialdad. Esa sensación se acentuó en los momentos donde la banda se tomaba breves descansos entre bloques y desaparecía segundos detrás de bambalinas. En contraste, cuando encadenaban canciones sin pausa, la energía se multiplicaba, generando tramos de gran potencia y contundencia.


Las canciones sonaron filosas y contundentes durante toda la presentación, a pesar de no haber sido ejecutadas con la velocidad ni la energía desenfrenada de hace 30 años. Ese vigor juvenil, propio de la época en que se grabó Espíritu Combativo, fue reemplazado por un oficio sólido y un conocimiento profundo de la música y del propio cuerpo por parte de los músicos. Esa madurez permitió que la fuerza de cada tema se transmitiera con una nueva dimensión, donde la precisión y la intención pesan más que la rapidez.

Un claro ejemplo de esta dinámica se dio en “Síntoma de la infección”, tema que al inicio mostró cierta cuestión dubitativa, quizás un reflejo del desgaste natural del tiempo y de la complejidad propia de la canción. Sin embargo, la banda supo resolverla con profesionalismo y cohesión, estableciendo un clima intenso y controlado que hizo honor al tema, desplegando todo su potencial en la segunda mitad y conectando con el público.


La figura de Claudio O’Connor, en esta etapa de la banda, se presenta como un frontman distinto al que se conoció en los años 90. Su evolución ha sido notable, adoptando una actitud y un estilo que recuerdan a una mezcla de Ozzy Osbourne con Rob Zombie, pero con un sello muy propio y vernáculo. O’Connor ahora encarna una figura oscura y contundente, tanto desde lo musical como desde lo vocal, con una voz que parece medir cada esfuerzo para conservar su potencia sin sobrecargarse. Esta nueva versión del cantante muestra a un artista que conoce a la perfección sus límites y potencialidades, lo que le permite desenvolverse con seguridad y maximizar cada momento en el escenario.

Esta conciencia y profesionalismo no es exclusiva de O’Connor, sino que se refleja en toda la banda. Antonio “Tano” Romano, con su guitarra de simpleza y contundencia, sostiene el pulso sin estridencias ni artificios; Karlos Cuadrado aporta una base sólida y efectiva con su bajo, mientras que Javier Rubio impulsa la dinámica con un doble bombo potente y una ejecución precisa, algo distinta a las versiones originales pero igual de contundente. Cada uno sabe cuál es su espacio de confort y cómo explotarlo para que la suma de sus partes supere ampliamente la mera técnica individual.

La interacción entre ellos se traduce en un engranaje aceitado donde las canciones fluyen con coherencia, manteniendo la potencia y la crudeza que hizo famosa a Malón, pero con una interpretación más madura y equilibrada. La versión actual de los temas más rápidos del disco, por ejemplo, suena más afilada y definida, aunque sin alcanzar la velocidad frenética original. En ese replanteo, la banda encontró un nuevo filo, una manera de ser contundente sin necesidad de acelerar el pulso más allá de lo necesario, algo que se percibió con claridad en la increíble versión de “Cancha de Lodo”, una adaptación de un poema original del escritor neuquino Marcelo Berbel que se consolidó como uno de los puntos más altos de la noche. Con su ritmo oscuro, arrastrado y telúrico, la canción transmitió el peso de los trabajadores que retrata su letra, con frases como “manos cansadas de hacer ladrillos ajenos” o “el patrón no me sujeta más siempre le estoy debiendo” que resonaron fuerte entre el público. Romano aportó riffs simples pero certeros, Cuadrado sostuvo un bajo denso, y Rubio marcó el pulso con precisión. O’Connor, transformado en una especie de cronista, dejó que la canción hablara por sí sola, generando un momento de comunión cargado de emoción y fuerza contenida, uno de los momentos más altos de la noche.


Otro de los momentos particulares del repertorio fue “Fábula del avestruz y el jabalí”. Por un lado, dejarla afuera hubiera implicado no respetar la integridad de Espíritu Combativo como obra completa. Por el otro, su sentido original —una crítica paródica y satírica hacia Ricardo Iorio— parecía hoy algo desplazado, especialmente después del fallecimiento del propio Iorio y del homenaje que los miembros de Malón le brindaron durante los shows de “La H no murió”. Sin embargo, la canción fue ejecutada con total naturalidad, sin modificaciones ni omisiones, y recibió una respuesta acorde al resto del repertorio: fue cantada y celebrada por el público, ajeno en gran medida a aquella vieja polémica, dejando en claro que en el presente de Malón lo que pesa es la música y el legado colectivo por encima de las disputas personales del pasado. El cierre de la canción, con el característico gruñido del jabalí resonando por los parlantes, selló de manera simbólica y sonora la primera parte del show. Allí se completó el recorrido por Espíritu Combativo en su totalidad, en una secuencia reordenada pero respetuosa del espíritu del disco. El público, con intensidad constante, empujó desde el comienzo hasta ese último gruñido, sosteniendo la energía y exigiendo un nivel que la banda supo alcanzar con oficio, contundencia y plena conciencia de su historia y de su presente.

Segunda parte: fuerza renovada y compromiso vigente

La segunda parte del show se configuró como un espectáculo propio, con una duración casi idéntica a la primera, completando cerca de dos horas de concierto en total. En este segmento, la banda se mostró claramente cómoda y segura con las canciones más recientes, especialmente las pertenecientes a Justicia o Resistencia (1996) y Oscuro plan del poder (2023) lo que les permitió potenciar la interpretación y darle un aire renovado a estas composiciones. Por otro lado, el disco Nuevo Orden Mundial (2015), que marcó el regreso discográfico de Malón tras su separación, fue prácticamente dejado de lado, lo que habla de la preferencia del grupo por otros momentos de su historia musical.

Aunque estas nuevas canciones no generaron la misma respuesta masiva que los clásicos en cuanto a cantos y coros, esta diferencia puede atribuirse a que aún no han calado tan hondo en la memoria colectiva, ya sea por sus temáticas menos directamente ligadas a problemáticas sociales o por la inevitable inclinación hacia lo “clásico” dentro del metal nacional. Sin embargo, la ejecución de la banda fue sólida y convincente, demostrando que han encontrado un espacio cómodo donde su madurez musical brilla.


Uno de los puntos más altos de esta segunda parte fue, sin dudas, la interpretación de “30.000 plegarias”. Este tema denso, pesado, intenso y a la vez melancólico, carga con una atmósfera oscura que expresa el dolor, la memoria y la lucha colectiva. La profundidad de su letra y la contundencia musical generaron un momento casi ritual en el Teatro Flores, donde el público acompañó cada estrofa con un fervor que trascendió el mero concierto para transformarse en un acto de comunión emocional y política. Junto a “Nido de almas”, “Grito de Pilagá” e “Hipotecado”, “30.000 plegarias” destacó como uno de los temas más celebrados y significativos del repertorio. El cierre de la canción, con el canto casi unánime del público coreando el icónico “El que no salta es militar”, fue un gesto que marcó una postura clara y combativa en el contexto social actual, reafirmando la identidad política y social que Malón mantiene viva desde sus orígenes.

El solo de batería de Javier Rubio, inesperado pero bien recibido, sirvió como un momento de respiro dentro de la intensidad del show, permitiendo al público y a la banda recuperar fuerzas antes de continuar con temas como “Ancho falso” e “Impulsando el encuentro”. Así, la segunda parte cerró con la misma energía y entrega con la que empezó, consolidando la sensación de que el reencuentro entre Malón y su público es una experiencia profunda y renovadora, tanto para los músicos como para sus seguidores.

Un detalle no menor que terminó de subrayar el concepto del show fue la decisión de no incluir ninguna canción de Hermética en el repertorio, a pesar de que en distintos pasajes del recital se escucharon pedidos de clásicos que Malón viene ejecutando en el proyecto paralelo “La H no murió”. La banda eligió, de forma consciente, mantener el eje en su propia historia y en el homenaje a Espíritu combativo, dejando en claro que esta vez no necesita recurrir a otras etapas para sostener su identidad. Fue un gesto coherente, casi un manifiesto silencioso, que reafirmó que después de 30 años Malón vale por sí mismo, con un repertorio sólido y una conexión auténtica con su público, sin necesidad de recurrir a guiños fáciles o lugares comunes.

Un legado que sigue latiendo fuerte

La celebración por los 30 años de Espíritu Combativo fue mucho más que una evocación nostálgica; fue la reafirmación de un legado que sigue vigente, vivo y latente en la escena del metal argentino y en las luchas sociales que inspiran sus letras. Malón, con la experiencia y oficio que dan tres décadas de carrera, supo construir un puente entre el ayer y el hoy, mostrando que la contundencia y la crudeza pueden mantenerse sin perder madurez ni profundidad.

El público, diverso y fiel, fue el motor que sostuvo la energía durante toda la noche, en un ida y vuelta donde tanto veteranos como nuevas generaciones se fundieron en un mismo canto, en una misma resistencia. La banda no solo interpretó canciones; honró una identidad metalera, social y política que sigue siendo necesaria y poderosa.

En definitiva, la noche en El Teatro Flores confirmó que Espíritu Combativo no es solo un disco icónico de la historia del heavy metal argentino, sino un símbolo vigente, un llamado a la lucha y un ejemplo de cómo la música puede ser un vehículo de memoria, identidad y compromiso. Malón volvió a demostrar que la verdadera combatividad está en mantenerse fiel a uno mismo, a su historia y a su público, sin importar el paso del tiempo.


Agradecemos a Maxi Bueno de Pinhead por la invitación


    Comentarios

    comentarios