OZZY NOS HIZO

Por Fernando Gulden

Seamos sinceros, cuando nos enteramos de la noticia nadie supo bien que decir y se notó bastante. Había que decir algo, pero nada parecía ser suficiente. El hecho sucedió, los cables se calentaron, la internet comenzó a viralizar fotos, números (1948-2025), datos, noticia pura, fría, cruda, irreversible. Los noticieros llamaron para consultar a especialistas que dijeran algo que no sean frases hechas o anecdotarios sensacionalistas que no harían justicia al caso. No lo consiguieron: Que el murciélago, que la paloma, que las hormigas…bla bla bla. Se comenzaron a esbozar intentos de tweets, de estados y de pensamientos que se abortaron mil veces y que en el mejor de los casos terminaron en parcas formalidades: ¿Qué íbamos a decir ahora los niños huérfanos del Metal?

Semejante golpe nos dejó en un estado vulnerable de tara mental. ¿Cómo podríamos poner en palabras lo que significa una pérdida de este calibre? Y lo más extraño, ¿cómo puede ser que no estuviéramos preparados para un hecho que pudo haber sucedido en cualquier momento de cualquier día de los últimos 50 años? La ironía de que Ozzy, quien vivió desde su juventud al límite y con una pata en la tumba permanente, haya tenido una muerte tan “planificada” y “espectacular” nos deja en un estado de perplejidad y fascinación, sumada a la obvia devastación emocional y una especie de duda inconsciente sobre si vamos a tener el valor suficiente para enfrentar el final de algo tan trascendental en nuestras vidas. Nos sentimos raros, como si un día nos levantáramos y nos dieran la noticia de que ya no existe más el color violeta o el número 6, un sinsentido. ¿Cómo puede ser? La confusión es total.

Escuché a referentes del palo y los medios decir que se fue “la voz del Metal”, yo lo siento como un título demasiado bajo para lo que significó realmente Ozzy, porque obviamente era mucho más que eso. Si nos pusiéramos a hacer canallescos análisis musicales técnicos desde el lado Rick Beato de la vida, la voz de Ozzy, tan inimitable, particular y reconocible, a la vez que tan humana e imperfecta, podría ser destronada por la de Dio en cualquier momento. Y sin embargo sabemos que Dio no puede contra Ozzy en este duelo de gigantes.

Pensá en tus amigos metaleros, vas a descubrir que hay algo de Ozzy en todos ellos

El nombre de Ozzy no atraviesa solo a la música, sino también a los medios. “Los Osbournes”, su programa en MTv, revolucionó el mundo de la televisión, logrando que acceda y aprecie a este inefable ser más gente de la que uno pudiera imaginar, aunque sea gente que en su puta vida se sentaría a escuchar “Children Of the Grave”. Y más allá de aquellas vivencias que lo convirtieron, además, en un ícono de la cultura popular de los últimos 100 años, lo fundamental es reconocer que Ozzy era definitivamente la personalidad del Metal. O, si nos quisiéramos poner en existencialistas o religiosos, podríamos decir que era su espíritu. Un espíritu que no hizo más que mimetizarse y multiplicarse por millones. Porque, si te ponés a observar, vas a encontrar algo de Ozzy en cualquier metalero que conozcas. Ya sea alguien famoso o del barrio. El sin filtro del ir de frente como es uno y el despliegue de honestidad en la verdad desagradable dicha tal como es la vas a encontrar tanto en James Hetfield como en Rob Halford. La espectacularidad para mostrar el lado negro de esta puta vida y el jugar con las sombras de nuestro lado oculto lo vas a descubrir tanto en Maynard James Keenan como en Rob Zombie. Lo vas a ver en las cruces invertidas y en la subversión religiosa de Slayer, Mayhem y Marilyn Manson. Vive en los dementes ojos desorbitados de Bobby Liebling, Serj Tankian, Pappo y Mike Patton, así como también en los ojos chinos de John Garcia y Matt Pike. El experimentar con los límites de la legalidad y las buenas costumbres, la admisión de nuestro lado salvaje y el “no aflojar nunca”, son cualidades que vas a encontrar tanto en Phil Anselmo como en Ricardo Iorio y hasta en el pibe tigre metalero que con auriculares va pedaleando a laburar. Pensá en tus amigos metaleros, vas a descubrir que hay algo de Ozzy en todos ellos: ese toque de locura, el “me chupa un huevo lo que piensen los demás”, la irreverencia, el fantástico y desubicado sentido del humor, el arrancarle de un mordisco la cabeza a esta vida cruel y maravillosa, el cometer el exceso de vivir al límite porque quizás no haya otra forma, el estar siempre firme para los suyos, el ponerle el pecho a todo hasta la muerte.

Ozzy más que una simple voz fue el creador de una forma de encarar la vida.  Ozzy nos legó eso. Ozzy nos hizo. Tony, Geezer y Bill inventaron el sonido del Heavy Metal para que en su centro dance su espíritu oscuro e inquieto, que a veces es un bufón que juega a ser demonio y otras un héroe invencible. Pensar en la posibilidad de la muerte del responsable de la ignición de ese fuego es tan terrible que nos deja mudos. Nunca será suficiente, es por eso que no sabemos que decir.

Ojalá que nos sirva de consuelo saber que las esquirlas de ese espíritu inabarcable vivirán por siempre en cada uno de nosotros hasta que finalmente demos nuestro último aliento y nos despidamos, quizás de formas menos espectaculares, pero con el orgullo del deber cumplido de llevar la llama indomable del Heavy Metal lo más alta que hayamos podido.


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